[LXII] "(...) La luna brillaba como a mediodía. Llegamos entre los monumentos: mi hombre empezó junto a las estelas a hacer; me siento yo canturreando y cuento estelas (...) Él se desnudó y todas sus ropas junto al camino puso. Para mí el alma estar en la nariz; estaba de pie como un muerto. Pero él orinó alrededor de sus ropas y al instante lobo se hizo (...) A aullar empezó y a los bosques huyó (...) La espada sin embargo empuñé y <en todo el camino>  golpeé a las sombras, hasta que a la villa de mi amiga llegase. En espectro entré, casi eché el alma, el sudor para mí por la rabadilla volaba, (mis) ojos (estaban) muertos; a duras penas en algún momento me rehíce. Mi Melisa a ver con asombro empezó que yo tan tarde anduviera por ahí y: ´Si antes, dijo, hubieses venido, por lo menos nos habrás ayudado; un lobo, en efecto, en la villa ha entrado y todos los ganados ha atacado; como un carnicero la sangre les ha echado. Pero no se ha burlado, aunque ha huído; un esclavo, en efecto, nuestro, con una lanza el cuello de éste ha traspasado´. Estas cosas según oí, tener cerrados los ojos más tiempo no pude, sino que (...) a casa me fui corriendo como el tabernero robado; (...) Según, ciertamente, a casa llegué, yacía mi soldado en la cama como un buey, y el cuello de él un médico curaba. Comprendí él ser un hombre lobo y no después con él pan probar pude (...) Yo si miento, tenga a vuestros genios airados.

Petronio Satiricón LXII

Texto latino

Inicio

Traducción literaria

Antología latina