[117e] <...> <<Y es que a mí me han dicho siempre que hay que morir sin hacer aspavientos. Vamos, mantened la compostura y no perdáis el ánimo.>> Y nosotros, oyéndole, contuvimos el llanto, avergonzados. Él dio unos pasos y, cuando dijo que le pesaban las piernas, se echó boca arriba - así se lo había aconsejado el hombre - y el que le había dado el veneno le iba palpando y, dejando pasar un tiempo, le iba revisando los pies y las piernas y luego le apretó fuerte en un pie, preguntándole si lo sentía,  [118a] y él respondió que no. Y luego, otra vez las pantorrillas, y así, subiendo, nos hizo ver que se iba enfriando y paralizando. El hombre siguió palpándole, hasta que dijo: en cuanto le llegue al corazón, se irá.<...> Ya no respondió, sino que al cabo de unos instantes se estremeció y el hombre le descubrió el rostro y tenía los ojos abiertos. Critón, al verlo, le cerró la boca y los ojos.

Platón, Fedón 117e-118a passim

 

 

 

 

 

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