Autólico, así pues, estaba sentado junto a su padre y los demás, como es natural, se fueron acomodando. Enseguida cualquiera que se fijara en lo que pasaba se habría dado cuenta de que la belleza es por naturaleza algo regio, sobre todo cuando alguien la posee, como entonces Autólico, con pudor y moderación. Pues al principio, lo mismo que un destello que se deja ver en medio de la noche atrae la vista de todos, así arrastraba la belleza de Autólico la mirada de todos hacia él. Y después no hubo uno entre los que lo contemplaban que no sintiese turbarse su ánimo por culpa de aquél: unos se iban quedando callados, otros buscaban algún modo de disimular.

Jenofonte  Banquete I, 8 - I, 9

 

 

 

 

Texto griego

Antología griega

      

 

 

Traducción literal Inicio